Cárceles de mujeres

Posted on diciembre 6, 2009

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Muchas veces oímos en el telediario o leemos en el periódico noticias sobre cárceles masculinas, incluso cuando se habla en general de cárceles, reclusos o delitos se piensa y se habla en masculino pero, ¿qué ocurre con las cárceles femeninas? ¿se parecen a las masculinas? ¿sabemos algo sobre las mujeres que delinquen como por ejemplo los tipos de delitos que cometen?

Gerardo es un estudiante comprometido con un proyecto de mujeres que contribuye al enriquecimiento personal a través de l@s otr@s, una experiencia excepcional para mujeres privadas de la libertad.

“Mis visitas dentro de la cárcel de mujeres de Brieva se inscriben en el proyecto Iguales pero diferentes organizado conjuntamente por la residencia juvenil Arturo Duperier y la institución penitenciaria de Brieva (Ávila).

El proyecto cosiste en que estudiantes universitarios participen en reuniones junto a las reclusas bajo unas pautas indicadas por los trabajadores sociales de sendas instituciones. El proyecto nace para que ambos grupos, estudiantes y reclusas, aprendan los modos de vida, formas de sociabilidad y las experiencias del otro grupo.

Nosotros nos reuníamos una vez a la semana en la biblioteca del centro penitenciario y centrábamos el trabajo entorno a un tema a debatir. Primeramente se hizo una presentación de todos los asistentes y en este primer día comprobé que se trataban de chicas de distinta procedencia geográfica (varias ciudades españolas y otros países), lo que coincidía con nuestro grupo de la residencia ya que proveníamos de distintos países y ciudades españolas. Al mismo tiempo, nosotros estudiábamos diferentes carreras y ellas tenían trayectorias personales muy distintas. Así, pronto se comprobó que la gran riqueza de los encuentros se basaba en eso mismo, en que nuestras mentes y mecanismos internos eran muy variados, pero ello no impidió que pronto nos hiciéramos muy amigos. Ellas esperaban con ilusión las reuniones, principalmente porque les rompía la larga rutina semanal. Yo era uno de los pocos chicos que asistieron el pasado año, el primero en el que participaban chicos, por las normas del centro.

El resto de reuniones consistieron en el pase de cortos, debates sobre inmigración, convivencia, normas internas, el futuro de las vidas de los asistentes…etc. Los encuentros consistían en formar equipos de trabajo, generalmente parejas, para hablar sobre un aspecto particular del tema común, para posteriormente debatirlas con el resto del grupo. Lo interesante es que terminaban por salir muchos aspectos que quizás de ser solamente un grupo de universitarios, o viceversa, no hubieran salido.

Una de las principales conclusiones a las que llegamos, salvando las distancias, es que la vida dentro de mi residencia de estudiantes y dentro de la prisión era más parecida de lo que pensábamos. Aunque ellas carecieran de la libertad para entrar y salir, todos debíamos respetar horarios, acatar normas y sobre todo respetar al resto de residentes.

La cárcel de Brieva se caracteriza por ser una de las cárceles más “amables” de las que hay en España, con multitud de actividades pensadas en formar y preparar a las reclusas para cuando tuvieran que salir, incluyendo un área con viviendas particulares para las reclusas con fin de condena próxima. El grupo de mujeres que participaban en las reuniones eran de nivel de seguridad bajo (hay varios grados según su peligrosidad, representados por colores dentro de la estructura del centro), sociables, y con condenas menores. Asumían sus errores personales como “parones” dentro de sus vidas, que les situaba dentro de un espacio físico y temporal que les impedía evolucionar, como nos explicaban ellas mismas, sobre todo al comparar sus vidas con las nuestras. Nosotros les servíamos como modelos para la vida posterior a sus respectivas condenas, y ellas nos aconsejaban sobre la importancia de las elecciones que tenemos que tomar en nuestra vida. Era especialmente duro comprobar que muchas de ellas tenían hijos, a los que no podían ver porque vivían en otros países.

El proyecto se completaba con una visita nuestra al centro, más allá de la biblioteca, y una visita de ellas a nuestra residencia, donde cenaban con nosotros. Nosotros vimos una de sus habitaciones, dobles, y de reducidas dimensiones, y ellas veían una de las nuestras. Ellas veían nuestro gimnasio y nosotros el suyo, y lo mismo ocurría con el comedor, cocinas, etc. Pese a la imagen amistosa que se pretende dar al centro, no se nos escapaba la dureza de la vida allí, con pocos espacios abiertos, sobre todo al ver el patio de recreo, y las limitaciones y trabas al poder moverte con libertad por el que es tu hogar momentáneo. Ya fuera para evitar aglomeraciones o para mezclar grupos de diferente peligrosidad. Eso sí, la galería central, el pulmón del centro, estaba lleno de objetos, dibujos, manualidades y demás cosas de las que se sentían orgullosas porque es la zona por la que todos, tanto reclusas como visitas, debían pasar. Me llena de buen karma, alegría, buen rollito o lo que queráis, el pensar que hoy en día están colgadas las fotos que hacíamos de nuestras reuniones. Espero con mucha ilusión la nueva temporada de visitas al centro, y volver a encontrarme con estas personas tan necesitadas de cariño y que tanto cariño pueden llegar a transmitir.”

Las mujeres representan aproximadamente un 8% del total de la población reclusa española, y entre éstas un 25% son gitanas (cuando en relación a la población española constituyen solamente un 2%) y más de un 50% son inmigrantes. Suelen tener un nivel adquisitivo bajo y dentro de la cárcel mantienen unas buenas relaciones de convivencia entre ellas a diferencia de lo que oímos de las cárceles masculinas. Estos datos nos hablan de un sesgo  étnico y de clase, pero además, ¿no os llama la atención el bajo porcentaje de mujeres que delinquen? ¿A alguien se le ocurre alguna idea de por qué es así?.

Posted in: Experiencias